Huejutla, Hgo., 2 de noviembre. Una vez más, como cada año, el dios Miktlantekojtli otorgó su permiso para que los espíritus de los difuntos salieran del Mictlán o Reino de los muertos, y pudieran, así, emprender el viaje de regreso a la tierra para visitar a sus familiares y seres queridos que aún viven.
Por estos días, provenientes de la orilla del Semijkayotl o Eternidad, los niños y adultos ya fallecidos estuvieron entre los todavía vivos para comer, beber y danzar ataviados con máscaras y disfraces, herramientas fundamentales a fin de poder burlar a la muerte, obstinada en llevarse sus ánimas.
Los espíritus llegaron guiados por los cohetes lanzados desde las casas, por los caminitos amarillos de pétalos de flor de cempasúchil que sus familiares hicieron desde los altares hasta la calle, por el humo del copal salido de los sahumerios y por los arcos floridos colocados ante las ofrendas, famosos aquí en la Huasteca.
Los espíritus llegaron guiados por los cohetes lanzados desde las casas, por los caminitos amarillos de pétalos de flor de cempasúchil que sus familiares hicieron desde los altares hasta la calle, por el humo del copal salido de los sahumerios y por los arcos floridos colocados ante las ofrendas, famosos aquí en la Huasteca.
Se trata de una fiesta de recogimiento y alegría, de una fiesta de vida organizada por los vivos en honor a los muertos, como indican las más ancestrales creencias indígenas, y no en honor de todos los santos, como lo propone el calendario del cristianismo católico.
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